Estimados lectores, reanudamos estas publicaciones sobre la “Historia de la Música Popular Mexicana”, todavía no hemos podido darles la buena noticia sobre la ubicación del Lienzo Charro Municipal, factores desconocidos han impedido que el H. Ayuntamiento de Matehuala, tome la decisión o que el C. Presidente Municipal haga valer su autoridad para que esto se defina y arranque la obra, por lo pronto nos dimos la vuelta a Saltillo al XXXI Torneo Nacional del Aniversario del Lienzo “Profr. Enrique González Treviño”, invitado por el C.P. Macario González Rodríguez, el famoso “Titán del Norte”, de quien solo recibimos magníficas atenciones y la invitación de regresar cuando queramos, de esas gentes necesitamos aquí, lástima que esos modelos ya están descontinuados, nacieron y rompieron el molde.
Ya de regreso a la tierra de las natillas y las nogadas, reciban de nueva cuenta los saludos y buenos deseos de este humilde servidor desde el Altiplano Potosino, continuamos con nuestras colaboraciones sobre la música popular mexicana, espero les sea de utilidad sobre todo para conocer más de nuestras raíces musicales, tema que los locutores charros debemos a dar a las nuevas generaciones para que nuestra identidad y tradiciones sigan adelante y no se pierdan, con todo gusto para ustedes:
El aumento de la producción disquera fue característico de esa etapa. La canción ranchera, en competencia con el bolero que todo arrollaba, estableció récords de ventas sin precedente. Las compañías grabadoras fundaron premios y estímulos para los mejores intérpretes de la canción ranchera, al mismo tiempo que se iba formando el estereotipo de ella, tanto en su forma de ejecución como en su composición. Se insistía en las fundamentales diferencias entre uno y otro cantante o entre uno y otro creador de canciones rancheras.
De esta manera, y después de cantar boleros y afrocubano Miguel Aceves Mejía será alternativamente “El cancionero del falsete de oro” y “El berrendito”, ya que todo símbolo distintivo de un cantante de ranchero debía por fuerza tener connotación campirana. Aun la misma insistencia en la calidad del falsete provenía de la ejecución clásica del huapango de la Huasteca.
La publicidad de Luis Aguilar, el “Gallo Giro” de tantas comedias cinematográficas, aparte de señalar sus irrepetibles cualidades artísticas insistía en que, ante todo, Luis cantaba “como hombre y con voz de macho” como correspondía al acerado muchacho que en su natal Mazatlán se había dedicado a la reparación de lanchas. Todos los cancioneros accederán al honroso calificativo de charro aunque, como Felipe “Charro” Gil, se tratase de un costeño de Misantla con apellido libanés.
Francisco el “Charro” Avitia, dejó el “flautín con que pastoreaba las cabras en Pilar de Conchos, Chihuahua”, para “templar el gaznate” y cantar, en lugar de los tangos del inicio de su carrera, éxitos rancheros como “El muchacho alegre”, “El águila negra” y “Los gavilanes”.
ESTILOS Y NUEVOS CREADORES.
El cantante de ranchero, contra lo que pudiera creerse, exhibe una peculiar forma de sentimentalismo que a primera audición podría confundirse con cierta violencia. En realidad no hay tal: el grito es un sustituto de las lágrimas.
El intérprete de ranchero ha gozado de una especial consideración y absoluta libertad en el uso de los manierismos que lo caracterizan. Sus gestos, su “chorro de voz” y sus posibilidades expresivas fueron el pedestal y la razón de ser de no pocas canciones. Numerosas veces, la voz de un intérprete famoso dio a una canción la posibilidad de completar el circuito de difusión formado por la radio, el cine y los discos.
Un grupo de compositores formó en los años cuarenta la vanguardia del género ranchero que, por supuesto incluía una vez más a los insustituibles Esperón y Cortázar. Dentro de ese grupo destacaron Felipe Valdés Leal (1899), con sus canciones “La mal pagadora”, “Mi ranchito”, “Tú sólo tú” y “Entre copa y copa”, y Rubén Méndez del Castillo (1911), quien después cambiaría su nombre por el de “Rubén Méndez de Pénjamo”, grabaría “Con un polvo y otro polvo”, para después hacerse famoso con sus célebres “Cartas a Ufemia” y “Pénjamo”. Finalmente habría que hablar de Rubén Fuentes que después de llegar a México con el Mariachi Vargas de Tecalitlán se inició como compositor con “La noche y tú”, así como el expresivo Chucho Monge, quien gracias a la relación de amistad con Lucha Reyes de 1938 a 1942 compuso canciones tan características del estilo ranchero como “Pa’ qué me sirve la vida” y “Cartas marcadas”.
Estimados lectores, por hoy es todo, abordaremos en nuestra próxima colaboración lo concerniente a “LAS CANTANTES BRAVIAS” y “PANORAMA DE LOS AÑOS CINCUENTA”, algo muy interesante –según mi muy particular punto de vista- porque en el territorio donde me empleo como locutor, el público que asiste a las charreadas les gusta mucho que les hable de la historia de la música que se toca en los eventos , a lo mejor otros públicos son diferentes; sobre todo cuidamos que lo que se escuche sea música mexicana, los narcocorridos están vedados en los eventos que organizamos por acá y el Coordinador Nacional de Locutores Charros el Ing. Apolonio Ibarra Reséndiz ha sido testigo de ello, se trata de conservar nuestra identidad y tradiciones, es por eso que estamos colaborando con este granito de arena, por lo pronto, mis deseos son que el Supremo Caporal los llene de bendiciones.
TEXTO: PROFR. JOSE DEL CARMEN MORALES LEIJA. “EL NEGRO SANTO”. MATEHUALA, S.L.P.
FOTOGRAFIAS: DIVERSAS FUENTES.