MATEHUALA | José del Carmen Morales Leija
Amigos, buenas tardes, los saludos y mejores deseos como cada semana desde el Altiplano Potosino, la semana pasada tuve el gusto de compartir con ustedes la primera parte de una de las leyendas más antiguas de España, hoy publico la segunda parte de la misma, esperando como siempre, sea de su mayor y completo agrado:
LA LEYENDA DEL REY RODRIGO Y LA PERDIDA DE ESPAÑA (CONTINUACION)
Gobernaba por entonces en Ceuta y Tarifa un caballero llamado el Conde Julián quien de tiempo atrás había sido puesto allí por un monarca visigodo (muy posiblemente por Witiza), en vista de su reconocido valor y demostrada lealtad, así como de que el sitio cuya guarda se le encomendaba podía considerarse como la puerta de la Península por el sur.
Tenía en Conde Julián una linda hija, Florinda, admirada por todos a causa de su belleza y grandes prendas.
Era costumbre en la corte visigótica que las doncellas hijas de los señores más encumbrados fueran llevadas al Palacio de Toledo, residencia del monarca, donde al mismo tiempo que acompañaban a la reina, recibían educación adecuada a su rango y eran otorgadas en matrimonio por el rey a los caballeros que por sus hazañas las merecían, a juicio del soberano.
Informado Rodrigo de la extraordinaria belleza de Florinda hizo recordar al Conde Julián la costumbre existente, y aunque el amor que los padres de la doncella profesaban a su hija los hacía rehusarse a enviarla al palacio del rey, al fin hubieron de acceder a la honrosa insinuación del monarca.
Al llegar la joven al palacio, conquistó el afecto de todos cuantos la conocieron, por su belleza, gracia y discreción, y el rey mismo se sintió atraído por la doncella, aunque en forma inmoderada.
Florinda procuró detener aquel desbordado sentimiento; pero el rey se olvisó de su deber y faltó al decoro de su vasallo y amigo.
La avergonzada joven encontró medio de comunicarse con su padre y de hacerle entender en forma discreta lo anormal de su situación en palacio, por lo que el Conde Julián se presentó de improviso en Toledo y con el pretexto de que su esposa, por estar gravemente enferma, deseaba tener consigo a su hija, obtuvo del rey permiso para llevarla a su casa.
Florinda confió a su propia madre el agravio de que había sido objeto y ésta lo hizo saber a Don Julián, e incitó a éste con energía para tomar venganza de semejante injuria. El Conde llamó a sus parientes y vasallos más adictos y de acuerdo con ellos resolvió vengarse abriendo Hispania a la invasión de los musulmanes, hasta entonces contenida por él. A las órdenes del caudillo moro Muza y de su jefe Miramamolín, invadieron los árabes Andalucía primero y toda España después, y destruyeron fácilmente el ya caduco poderío visigótico.
No se sabe qué fin tuvo el Rey Rodrigo, causante de tanto mal; sólo refiere la leyenda que durante un terrible encuentro de los musulmanes contra los visigodos (la Batalla del Río Guadalete), Rodrigo entró en batalla sobre una carreta de marfil cubierta de adornos finísimos y él mismo vestido y alhajado lujosamente, y cuenta por fin que, concluida la batalla que fue contraria a los cristianos, entre el limo del río, fue encontrada una de las pesadas botas del rey godo, recamada de oro y pedrería, lo que hace suponer que éste pereció ahogado.
Los acontecimientos históricos relacionados con esta leyenda se realizaron en el año 711. Siete años más tarde, en 719, Don Pelayo organiza en Asturias el Primer Estado Cristiano y encabeza la lucha entre cristianos y musulmanes; es decir, entre españoles y árabes, lucha que es llamada La Reconquista, la que persiste por ocho siglos y se puede considerar terminada hasta 1492, año en que los Reyes Católicos, Don Fernando y Doña Isabel, entran triunfantes en Granada, el último reducto de los moros.
Amigos, ha sido todo por esta vez, como siempre, mis deseos que el Supremo Caporal los llene de bendiciones.